Me pregunto qué hacen aquí. ¿Por qué vinieron? Me pregunto, además, en qué están pensando. ¿Será verdad todo lo que dicen? Parece que no mienten. Sus gestos y seriedad me hacen creer en ellos. Mejor sigo caminando. Voy a tratar de escuchar al tipo del megáfono, quizás diga algo interesante. No, sus palabras son mecánicas, aprendidas de memoria, no suenan interesantes. Más bien sigo pensando mientras camino.
Ahora los veo y recuerdo que mi papá me solía decir: “Mijo, nunca cargue con muerto ajeno”. Y es verdad ¿para qué cargar con muertos ajenos? Ya basta y sobra con los muertos de uno. Entre otras cosas, nunca he comprendido esa vieja y extraña costumbre provinciana de pasear a un muerto por las calles antes de enterrarlo. Ojala cuando yo me muera no se le dé a nadie por exhibirme públicamente. ¡Qué pena uno todo tieso y pálido por las calles! Sería bonito que me quemaran, pero no en un horno crematorio de esos elegantes y caros, sino en una hoguera en medio del monte, y que mis cenizas las echen, no al mar, sino a un jagüey.
No me empujen. Tranquilos que todos vamos a llegar (adonde sea que estemos yendo). Ese tipito de la camisa roja sólo vino porque ella vino. Parece que estuvieran caminando por un parque en un típico plan puberto de conquiste mutuo. Por lo menos sonríen. Yo ni eso. En verdad no sé qué hago aquí. ¡Ah ya recuerdo, estoy acompañando a mi mamá! Quien a su vez está acompañando a una amiga, que a su vez, también, acompaña a otra amiga.
Huele a humo. El niñito que va al lado del tipo del megáfono está quemando hierbas en un recipiente metálico. Huele parecido a las conchas de naranja secas que mi mamá a veces quema para espantar a los mosquitos. ¿Será que intenta callar a la gente con el humo? No sé, pero ellos igual siguen cantando, horriblemente, pero no dejan de cantar.
Algunos no están cantando, sólo caminan. ¿Y esa señora qué hace aquí? No puede ni caminar bien. Debería estar en su casa tranquila, descansando de la vida. Realmente hay gente extraña en el mundo. Como mi mamá, que siempre anda quejándose de los mil y un dolores, pero aquí está, caminando quién sabe hacia donde, y balbuceando los cantos (porque ella no se sabe la letra). Y además me hace venir, dizque para que la acompañe, claro mientras ella va por allá lejos con su amiga, y la amiga de su amiga, y yo acá solo pensando en las mil y un estupideces que se me atraviesan por la mente.
Que doble en la esquina, que doble en la esquina, que doble en la esquina... ¡No! ¿Por qué seguimos derecho? ¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Es que acaso no se cansan de cargar a ese muerto que nunca estuvo vivo? Calma Christian. Trata de entenderlos, a ellos les enseñaron a obedecer. A mí también me enseñaron a obedecer, y además ¿quién trata de entenderme a mí? Bueno, ya basta de diálogos personales. Es suficiente con estar caminando detrás de un muerto de madera, en medio de una humareda, con quién sabe cuanta gente a mi alrededor, y sobre todo, ya es suficiente con el tipo del megáfono, quien a pesar de ser el más desafinado de todos, tiene el coraje de amplificar su voz.
Yo no es que sea ateo, pero es que estas vainas no me gustan para nada. De hecho, creo que no sirven para nada, mejor dicho estoy seguro y convencido de que no sirven para absolutamente nada (aparte de gastar energías innecesariamente, oler humo de hierbas secas, escuchar un inmenso coro desafinado liderado con un megáfono viejo y echarle el ojo a una que otra muchachita).
Dios estará allá arriba muy enojado. Y con mucha razón. Deberíamos estar haciendo algo realmente bueno. Algo como sembrar un árbol. Apuesto lo que sea a que nadie en esta pila de gente ha sembrado por lo menos un árbol en su vida. Ahora que lo pienso, yo debería sembrar un árbol. Pero que sea un árbol de mango, para que sirva para algo además de dar sombra y quitar un poco de dióxido de carbono del aire.
Me pregunto qué estaría haciendo esta gente en carnavales. Apuesto a que no estaban cantando estas canciones, ni mucho menos tenían esas caras de “yo no fui”. Apuesto también a que muchos no se pusieron la ceniza el miércoles después de carnavales. No recuerdo quién fue, pero alguien me dijo alguna vez que nosotros no somos más que animales de costumbres. Creo que tenía razón. Nosotros nos acostumbramos a las costumbres.
¿Por qué nos detuvimos? ¿Ya llegamos? ¡Sí, esta es la parte de atrás de la iglesia! Al fin se acabó esta procesión. ¡Ni se te ocurra madre mía! Ya fue suficiente con la tortuosa caminata. No me voy a quedar en la misa. No hagas esa cara...bueno está bien.
La iglesia está llena. Ahora todo el barrio resultó ser católico fervoroso. ¿O será que se confundieron y pensaran que aquí juega el Júnior? No, no creo. No tienen cara de bobos. Bueno, ese gordito sí tiene cara de bobo, pero no tiene cara de ser hincha del Júnior.
¿De qué está hablando el tipo del megáfono? Se nota molesto ¿Será que le robaron el megáfono? ¿Y en plena semana santa? No, no es el megáfono. Está como regañando a la gente. Y la gente no se molesta, parece que están de acuerdo con él. Sí ya sé que Dios me ama, y que todo lo puedo en el amor de Cristo, que tengo que orarle al Espíritu Santo para que limpie y cambie mi corazón, y que debo ser bueno. Ya lo sé. Pero no entiendo. No sé qué significa tanta cursilería. Y creo que ellos tampoco entienden.
Bueno, cada loco con su tema, y cada tema con su loco. Pero el señor del megáfono está desperdiciando una gran oportunidad. Si yo estuviera allá al frente les diría muchas cosas a todas estas personas. Les diría por ejemplo que sembraran un árbol antes de morirse, que preferiblemente dé fruto. Les diría también que fueran más a la playa. Les hablaría sobre la importancia de cruzar por las esquinas. Les leería una parte de El Principito, esa que habla sobre lo aburridos que son los adultos. Les explicara que el manual de Carreño es la basura más grande de la sociedad colombiana, y que gracias a Dios ya no la enseñan en los colegios. Les diría que no trabajen tanto y que se excedan más; que no le presten atención a los médicos; que pregunten más y hablen menos...O simplemente les hablaría mal de Uribe.
Pero yo estoy aquí sentado, del lado de los que escuchan pasiva y pacientemente, y él está allá, unos cuantos centímetros más arriba que todos nosotros, con un micrófono en la mano hablando de quién sabe qué cosa, utilizando los términos y las frases más aburridas, rebuscadas, cursis, abstractas e inservibles que yo haya escuchado en toda mi vida.
jueves, 10 de mayo de 2007
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3 comentarios:
Habla cristian , esta buena la idea del blog, el titulo esta genial, bacano...cuidate
Me encanta tu relato... me transmitiste por completo todas tus emociones y casi que puedo visualizar lo que viviste.... por mas trivial que sea la situación tus reflexiones son muy interesantes... creo que voy a sembrar un árbolo nunca se me había ocurrido... tu ya sembraste el tuyo?
Nojoodaaaaa (jajajaja) Cristian esta rebacano...
ps no mas que decir k felicitaciones por tener esa mente perturbada
..jajaja
Saludos!
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