domingo, 5 de abril de 2009

Supermercado

Volteo y te veo, estás a dos cajas de distancia, abrazada a tu padre con tu rostro hundido en su espalda. Espero que no me hayas visto. Me entregan la bolsa con las cosas que acabo de comprar. Vuelvo a voltear y sigues ahí. Y vuelvo a tener trece años, igual que cuando fantaseaba con una niña del colegio. En los recreos, después de comprar un pan y una gaseosa en la tienda, pasaba por su lado, fingiendo distracción esperando un saludo que nunca llegaba. La miraba sólo cuando ella estaba de espaldas. No quería parecer un imbécil enamorado, y mucho menos que ella se diera cuenta. ¡Qué tiempos aquellos! No quiero verte ni que me mires, o más bien, muero por verte pero no quiero que me veas mirarte. Quiero que me veas pasar a tu lado sin advertir tu presencia. Agarro la bolsa y finjo una búsqueda urgente dentro de ella. Paso a tu lado con la mirada hundida en una lata de sardinas, un chocolate, una Coca Cola y una cerveza. Enseguida saco el chocolate, es uno de esos que tienen maní y caramelo, que me pedías que te llevara cuando iba a visitarte. Uno, dos, tres, cuatro pasos y ya te dejé atrás. Pero aún sigo esperando que me llames, que grites mi nombre. Ahora creo que me viste primero y por eso tenías el rostro hundido en la espalda de tu padre. 

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