miércoles, 4 de febrero de 2009

A escondidas...

Hoy, al parecer, terminó de terminar. Fue progresivo. Primero lo ocultó. Me engañó, creí que ya no estaba, pero sólo lo había ocultado, lo había guardado para que no lo viera, pero seguía ahí. Seguía teniéndolo, disfrutándolo en secreto, o quizás, y para mi placer, sufriéndolo en secreto. Y aunque todavía estaba ahí, debo admitir que sentí cierto gusto al ver que ya no estaba en su fachada. Luego, muy poco después, lo redujo, lo cortó a la mitad. Ahí, a escondidas, lo mutiló y le quitó su esencia. Ya significaba poco, pero aún estaba ahí, todavía existía. Creo que ella lo disfrutaba. Disfrutaba esa lentitud para acabar. Así lo creo porque de otra forma hubiese sido un golpe único y fatal. Pero no fue así, lo devoró despacio y a escondidas, como quien se oculta para vivir el placer (o quizás para ocultar la pena de hacer algo indeseable). Yo sólo la miré. Contemplé el momento hasta el final, hasta que no dejó nada, sólo su recuerdo. La contemplé con un morbo que explotaba en mis vísceras. Se sintió bien y sentí pena por lo devorado, pero supe que así debía ser. Y recordé que también he sido devorado alguna vez, y que alguna otra vez también he devorado, y que además, volverán a pasar ambas cosas, una y otra vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...excelente!